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martes, 29 de marzo de 2016


“El pastor Clasiquino”, en El Artista, 1835.
JOSÉ DE ESPRONCEDA

José de Espronceda nació el 25 de marzo de 1808 en Almendralejo, Badajoz. Fundó la sociedad secreta los numantinos y fue condenado a cinco años de cárcel. Se exilio en Lisboa y Londres cuando cumplió la mayoría de edad. En 1830 durante la revolución entro en España con un grupo de revolucionarios que fracasó, Espronceda fue desterrado. Escribió la sátira de El pastor clasiquino en 1835. En 1842 año en que falleció, le eligieron diputado a Cortes por el Partido Progresista.
José de Espronceda es un gran escritor romántico. Se incluye su estilo dentro de este género. El romanticismo es una corriente político-cultural europea perteneciente a la primera mitad del siglo XIX. Los autores románticos reclaman los derechos del individuo frente a ala sociedad y a las leyes. José de Espronceda es uno de los representantes más destacados del romanticismo liberal o revolucionario junto con Lord Byron y Víctor Hugo. Se centra en la búsqueda y justificación del conocimiento irracional que la razón negaba.
En la época en la que Espronceda escribe El pastor Clasiquino, es decir, en 1835, había una actitud de desagrado de los románticos hacia la literatura pastoril. Sin embargo, subsisten aún representaciones de las tendencias neoclasicistas. Por ello, en el texto vemos un contexto cultural polémico ya que nos encontramos ante dos estéticas enfrentadas, la romántica, y por otro lado la neoclásica, que se encontraba en decadencia.
Clasiquino se compara con el “manso rebaño” (“y embebecido en contemplar el manso rebaño, símbolo suyo”), y además nos dice que seguirá siendo un borrego a lo largo de su vida. La palabra rebaño connota orden, al haber un orden, hay unas reglas, y ello nos lleva a una actitud clásica. Asimismo, se considera un borrego (“Clasiquino, paso tras paso, se recogió a su majada, tenaz en su empeño de seguir hecho borrego mientras le durase la vida”), por lo que vemos una conducta conformista por parte de Clasiquino, que a pesar de querer evolucionar, de pretender lograr un empleo burocrático en la Real Hacienda se resigna y continua siendo un pastor. Este comportamiento es totalmente contrario a la actitud del hombre romántico que ambiciona estar en constante progreso, separarse de la masa o como en este caso del “rebaño” para avanzar como “yo”.
 Al final del relato el autor nos muestra que detrás de Clasiquino hay un hombre dirigido que no piensa. Clasiquino busca su propio bienestar, eso lo vemos cuando se desentiende de la guerra de Navarra. Nos muestra el uso inapropiado del idioma  de los pastores sino una obra artística que se mantiene fiel al neoplatonismo.

Es un ataque personal y directo a su paisano Meléndez Valdés, una sátira contra el neoclasicismo.

        

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